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GUILLERMO ZAMORANO MARTÍN | 26 años | PASADO: Licenciado en Admón. y Dirección de Empresas en Madrid, ESPAÑA. Estudios ampliados en Nueva York, EEUU. Experiencia en Finanzas @Grupo Cortefiel y en Marketing & Relaciones Públicas @Benetton USA | PRESENTE: BRANDING + DISEÑO + MARKETING ~> DESAFÍOS, COMPROMISO, ILUSIÓN Y ESFUERZO | FUTURO: ESCUCHAR Y APRENDER ~> 100% GZM

miércoles, 16 de noviembre de 2011

RETOS DE UNA ESPAÑA BIPARTITA: OTRA VISIÓN DEL #20N

“Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitan saber a dónde van”. José Ingenieros

Mariano Rajoy llega a la Moncloa, más que por méritos propios, por el agotamiento del Gobierno socialista. Sea cual fuera su receta para salir de la crisis, parece alejada de la colaboración con las otras fuerzas políticas. Es necesaria una visión retrospectiva para recordar los días fértiles que atravesaba nuestro país. Un país repleto de brechas de difícil y larga cicatrización. Un país que observa atónito como otros Regímenes europeos se van hundiendo mientras, con ansia e ilusión, espera salir a la superficie del abismo en el que lleva cierto tiempo atrapado.


Muchos ciudadanos asistimos atónitos el #7N al triste espectáculo del Debate Electoral. Dos políticos empeñados en mostrar las miserias del oponente es, además de vergonzoso para el espectador, una muestra de irresponsabilidad en un país saqueado y con cinco millones de parados. No se vio atisbo alguno de acercamiento entre las distintas posturas, ni voluntad de cooperación en un momento en el que es más que necesario. Ni se vio el día del debate, ni en la campaña electoral, ni mucho menos se ha visto en ninguna de las dos Cámaras que representan al ciudadano, erigidas como monumentos a la descalificación personal y a la chabacanería de los altos cargos.

Hace dos semanas pudimos leer en The New York Times un artículo titulado “El envejecimiento de la Democracia española” (“The Aging of Spanish Democracy”), donde califican a nuestra clase política como “una madurez que huele a senescencia [...] la crisis de una Democracia de mediana edad”. Aseguran que no hay cambio en el que creer. El cambio es la única cosa que no cambia.

“Esta es la primera época que ha prestado mucha atención al futuro, lo cual no deja de ser irónico, ya que tal vez no tengamos ninguno”. Arthur C. Clarke


Nuestros representantes parecen carecer de la talla moral y de la responsabilidad necesaria para buscar el consenso y desarrollar, en determinados momentos, un Gobierno de coalición, siguiendo el ejemplo de Grecia. La colaboración fluida y responsable entre las principales fuerzas de nuestro país es la base de la recuperación. Otras medidas serán castillos en el aire. La mayoría absoluta que anhela el PP no es garantía de recuperación, ya que la conflictividad laboral y la inestabilidad social seguirán presentes.

Un pacto a gran escala asegura la adhesión de todos (o casi todos) los grupos políticos y permitiría legitimar aún más al Estado, con la confianza que ello conlleva de cara a los mercados. Un país donde el Partido Popular engloba toda ideología de derechas, ya sea moderada, demo-cristiana o extrema. Un país donde la izquierda pierde fuerza y se difumina, cada vez más, en agrupaciones que tienen de todo menos poder de influencia.

Un status quo que se alimenta de la desidia de los ciudadanos y de los errores del partido contrario. El mejor ejemplo lo estamos viviendo ahora mismo.

Rajoy llegará a la Moncloa el próximo #20N con un programa electoral ambiguo, pero suficiente para relevar en el poder a un Zapatero exhausto.

Lo tendrá fácil: los coletazos positivos de una economía globalizada sobre la que ninguna de nuestras administraciones tiene decisión, serán achacados a la nueva y brillante política económica. Los negativos, a la herencia socialista. Será así hasta que, inevitablemente, se produzca un cambio en el poder, haya tenido su gestión un balance positivo o negativo.


No importa. Ante esta situación, es normal que los estadistas no tengan que hacer grandes esfuerzos a la hora de trazar las principales líneas de la política de la legislatura correspondiente. Resulta inútil que estas sean brillantes, el tiempo se agota igualmente. Por lo tanto, el perfil del político va cayendo, los grandes dirigentes migran a la empresa privada, donde les espera un futuro más amable. No es de extrañar entonces la dudosa talla de nuestros políticos, con el grave perjuicio que ello tiene para nuestro país.

Los padres constitucionales creyeron oportuno dotarnos de un sistema político basado en un método representativo que primara las mayorías en vez de fomentar una bancada plural, con el claro objetivo de fomentar la paz social y la estabilidad. Por lo tanto, el empleo del sistema D’Hondt como fórmula electoral, sumado a la utilización de circunscripciones provinciales, premia la concentración de votos, por lo que un partido nacionalista o regionalista, como CiU o Coalición Canaria, obtendrán mayor representación al ser más votados en determinadas provincias que los partidos con un voto disperso, como IU o UPyD. 

Esto provoca que los únicos contrapesos al bipartidismo sean partidos creados para velar por el beneficio de la comunidad a la que representan. Que ese sea su objetivo es algo perfectamente legítimo, pero un partido de ámbito autonómico no puede ser ni aliado ni rival eficaz para controlar a los dos principales partidos. Para las cuestiones territoriales ya contamos con una cámara de Las Cortes que se llama Senado.


LOS MEDIOS Y SU PARTE DE CULPA

El modelo actual no sólo beneficia a los políticos del bipartidismo. Algunos medios de comunicación hace tiempo que liquidaron su labor social para, con su actitud, convertirse en muchas ocasiones en verdaderos palos en las ruedas del progreso del país. Han demonizado al partido contrario al que son afines, deshumanizando a los políticos que nos representan legítimamente y provocando una pesadumbre que ha afectado a nuestra confianza exterior. Han sido irresponsables al no llamar desde sus editoriales a la colaboración y al consenso cuando más lo hemos necesitado.

El debate sobre el sistema asusta y mucho. Son demasiados los beneficiados de la actual situación. Ahí estarán ciertos medios de comunicación para simplificarnos la actualidad en dos o tres ideas, en izquierda o derecha, en bueno o malo. Ha pasado con el movimiento 15-M, tal y como pasó con la abolición de los toros o la educación pública. Y seguirá pasando mientras que no nos atrevamos a pensar por nuestra cuenta.  

Lo único que nos queda claro es que la herencia que recogerá el siguiente Gobierno el próximo domingo, sostiene con frágiles hilos el futuro y estabilidad de España. Una España que observa muy de cerca a Grecia e Italia. Una España de futuro translúcido, casi opaco, que deberá volver a construir unos sólidos cimientos donde pueda descansar su mañana. Por delante, asuntos como desempleo, vivienda, pensiones, impuestos, nacionalismos o inmigración, entre otros, coparán una apretada agenda que ha de afrontarse con unidad, valentía, confianza y transmitiendo un enérgico mensaje de optimismo.


“Es injusto que una generación sea comprometida por la precedente. Hay que encontrar un modo de preservar a las venideras de la avaricia o inhabilidad de las presentes”. Napoleón Bonaparte

“Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado”. Miguel de Unamuno

“El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes,  LA OPORTUNIDAD”. Víctor Hugo




* Ignacio J. Marín es Periodista y Politólogo. Apasionado de la sociedad española y estudioso de los problemas que le acomplejan. De excelente diálogo y sibarita de la buena métrica.

Para mí, ha sido un lujazo intercambiar ideas y un verdadero honor compartir estas líneas con él. A su lado siempre se aprende algo.

Me atrevo a ir más allá diciendo que debería escribir con mayor asiduidad...






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